martes, 26 de marzo de 2013

¡CUPO CUBIERTO PARA EL PRIMER TALLER!

Amigos:
La convocatoria para el primer taller tuvo éxito y ya se ha cubierto el cupo. Ahora queda una nueva oportunidad: abro un segundo espacio, también de doce encuentros, que funcionará desde el 25 de abril en adelante. ¡A animarse!

IMPORTANTE


  1. Cada participante de los talleres tendrá acceso exclusivamente a su grupo, ya que los talleres son independientes entre sí.
  2. La participación en el taller NO exige:


  • Conocimientos de informática (más que de word). Los "recorridos" por el blog son sencillos.
  • Perder demasiado tiempo en internet: alcanza con copipegar en archivos de word los diferentes materiales que se cuelgan y trabajar con ellos en casa de la forma en que se prefiera (impresos o no). Lo mismo para "colgar" aquí textos propios: podrán hacerlo ustedes mismos o bien enviármelos a mi correo electrónico para que yo me encargue. 
  • Contar con SKYPE: el encuentro mensual extra para vernos las caras y escucharnos las voces es OPTATIVO, pero si alguien está interesado y no sabe cómo descargar o usar el programa, solo tendrá que avisarme y recibirá mi ayuda. 

lunes, 18 de marzo de 2013

PRÓXIMA RONDA de cuentos, poemas y otros cantos: yo invito


Querida gente:

Abro este nuevo taller con todas mis ganas. Desde aquí, podremos seguir en contacto, metiéndoles mano a nuestros textos, fortaleciéndolos y volviéndolos más expresivos, más originales, más nuestros.
Puede sumarse quien lo desee: será una fiesta de entradas teóricas, relatos y poesías y sugerencias de corrección que potenciarán nuestra mirada y nuestra escritura. 
Cada "ronda" del bar durará doce encuentros virtuales a lo largo de tres meses. La primera comenzará la primera semana de abril. La inscripción se abre hoy y se cierra el 29 de marzo
Los grupos contarán con un mínimo de siete integrantes y un máximo de 15. 
Semana a semana, en un día fijo, recibirán ejercicios de escritura y de lectura, en los que podrán trabajar antes de colgarlos en el blog para recibir comentarios y sugerencias de corrección del grupo y míos, además de compartir ideas acerca de los materiales teóricos y los recorridos de lectura. Una vez al mes, quienes así lo deseen, nos miraremos las caras y nos oiremos las voces a través de Skype, en un horario que se les avisará con anticipación. 
El costo de la ronda de taller es de 33 euros mensuales, sin matrícula de inscripción. Quien prefiera abonar los tres meses al inscribirse, obtendrá una bonificación, realizando un único pago de 90 euros. En todos los casos, se abonará a través de una transferencia bancaria a una cuenta de Cajastur, de cuyo número informaré por mail a todo interesado. 


Por consultas e inscripciones, escríbanme a gratexto@gmail.com   

Los espero a todos con el bar abierto las 24 hs. y mi entusiasmo de siempre. Pero recuerden: el límite para inscribirse es el 29 de este mes. ¡No se demoren!





Están todos invitados a este bar...


para echar un vistazo
para quedarse
para decir en voz alta o en susurros
para escuchar en silencio
para cantar, para contar.





Mientras se lo piensan, acérquense a la barra: debajo, en las entradas que siguen, encontrarán algunos aperitivos para ir haciendo boca. Ah, y si les apetece dejar un comentario en las entradas, ¡no se priven! 


Dice Vicente Battista:


“El cuentista tiene encima cincuenta mil deberes y preceptos, mientras que sobre el novelista pesa uno solo: no aburrir”.

Sobre la corrección y los correctores


Entre nosotros se publican muchos libros que están zurcidos o amañados, o que contienen errores gramaticales tremendos o faltas de ortografía, y nadie dice nada, ni se lleva las manos a la cabeza, ni hace ejercicios de alta indignación intelectual frente a la invasión chabacana de los ignorantes con éxito que ceden al capricho de publicar novelas.
Hay traducciones al español tan increíblemente malas que parecen hechas por un estudiante de grado elemental al que han encerrado a pan y agua y con un mal diccionario, y en libros de editoriales que parecerían fuera de toda sospecha no es infrecuente encontrar a un personaje “preveyendo” algo o sintiéndose “más mayor” que otro. Nadie está a salvo del error, ni del despiste más disparatado: precisamente por eso, porque quien escribe a veces no sabe alejarse de su trabajo lo bastante como para advertir algunas equivocaciones, un libro debe pasar por las manos de editores y correctores, de gente dotada a la vez de pasión y distancia.
(Antonio Muñoz Molina, 2000)

Vean la fuerza de lo concreto frente a lo abstracto... y los años que tienen estos potentes relatos


El bastón cobarde

Cuando el bastón salía de las manos temblorosas del abuelo era para quedarse firme en un rincón, siempre lejos del ruido y de las gentes. En la calle se animaba un poco más, pero nunca azotaba a un perro ni hacía rodar por el suelo una hoja de árbol.
Era un bastón sin mucha gracia, con el puño encorvado y lo demás rígido y recto. Siempre que lo buscaban para amenazar a alguien, andaba perdido, como si tuviera miedo.


El componedor de cuentos

Los que echaban a perder un cuento bueno o escribían uno malo lo enviaban a un componedor de cuentos. Este era un viejecito calvo, de ojos muy vivos, que usaba unos anteojos pasados de moda, montados casi en la punta de la nariz, y estaba tras de un mostrador bajito, lleno de polvosos libros de cuentos de todas las edades y de todos los países.
Su tienda tenía una sola puerta hacia la calle y él estaba siempre muy ocupado. De sus grandes libros sacaba inagotablemente palabras bellas y aun frases enteras, o bien cabos de aventuras o hechos prodigiosos que anotaba en un papel blanco y luego, con paciencia y cuidado, iba engarzando esos materiales en el cuento roto. Cuando terminaba la compostura se leía el cuento tan bien que parecía otro.
De esto vivía el viejecito y tenía para mantener a su mujer, a diez hijos ociosos, a un perro irlandés y a dos gatos negros.

Mariano Silva y Aceves (1887-1936)

(Tomado de Campanitas de plata, 1925)

John Cheever, "La geometría del amor"

Un cuento o un relato es aquello que te cuentas a ti mismo en la sala de un dentista mientras esperas que te saquen una muela. El cuento corto tiene en la vida, me parece a mí, una gran función. Es, también, en un sentido muy especial, un eficaz bálsamo para el dolor: en una silla que te lleva a la pista de esquí y que se quedó atascada a mitad de camino, en un bote que se hunde, frente a un doctor que mira fijo tus radiografías... Nos la pasamos esperando una contraorden para nuestra muerte y cuando no tienes tiempo suficiente para una novela, bueno, ahí está el cuento corto. Estoy muy seguro que, en el momento exacto de la muerte, uno se cuenta a sí mismo un cuento y no una novela.

¿Quién lee cuentos?, uno se pregunta, y me gusta pensar que los leen hombres y mujeres en salas de espera; que los leen en viajes aéreos transcontinentales en lugar de ver películas banales y vulgares para matar el tiempo; que los leen hombres y mujeres sagaces y bien informados quienes parecen sentir que la ficción narrativa bien puede contribuir a nuestra comprensión de unos y otros y, algunas veces, del confuso mundo que nos rodea. La novela, en toda su grandeza, exige, al menos, algún conocimiento de las unidades clásicas, preservando ese lazo misterioso entre la estética y la moral; pero que esta antigüedad inexorable excluyera la novedad en nuestras formas de vida sería lamentable. Algunos conocemos esta novedad a través de La guerra de las galaxias, otros a través de la melancolía que sigue al error cometido por un fielder en los últimos innings de un partido de béisbol. En la búsqueda de esta novedad, la pintura contemporánea parece haber perdido el lenguaje del paisaje y –mucho más importante– del desnudo. La música moderna se ha separado de aquellos ritmos profundamente enraizados en nuestra memoria, pero la literatura aún posee la narrativa –el cuento– y uno defendería esto con la propia vida. En los cuentos de mis estimados colegas –y en algunos míos– encuentro esas casas de verano alquiladas, esos amores de una noche, y esos lazos extraviados que desconciertan la estética tradicional. No somos nómadas, pero –sin embargo– subsiste más que una insinuación en el espíritu de nuestro gran país, y el cuento es la literatura del nómada. (…)

No disimular nada ni ocultar nada, escribir sobre las cosas más cercanas a nuestro dolor, a nuestra felicidad; escribir sobre mi torpeza sexual, el sufrimiento de Tántalo, la magnitud de mi desaliento –creo entreverlo en sueños–, mi desesperación. Escribir sobre los necios sufrimientos de la angustia, la renovación de nuestras fuerzas cuando aquéllos pasan; escribir sobre la penosa búsqueda del yo, amenazado por un extraño en correos, un rostro apenas entrevisto en la ventanilla de un tren; escribir sobre los continentes y las poblaciones de nuestros sueños, sobre el amor y la muerte, el bien y el mal, el fin del mundo.»